San Sebastián una
ciudad que te puede hacer perder el sentido... almizcle de belleza que irradia
fragancia. Todo se puede concentrar
en un instante, ese momento mágico en el que puedes percibir realidades que pasan inadvertidas, detalles, sabores,
rincones que sólo encontraras entre sus calles.
Como en el corazón de la parte vieja, en la Plaza de la
Constitución, lugar de encuentro, festiva, de mercado, coso que aún delatan los
números en sus balcones.
O en la barroca basílica de Santa María del Coro, cuya portada es un retablo, con la figura asaetada de San Sebastián, coronada por el escudo de la ciudad. La
“Armonía del sonido” no pasa desapercibida, su blancura de formas
sinuosas, ubicada en una hornacina, no da respuestas, todos nos hacemos
preguntas, ese es el objetivo del escultor irlandés Maximilian Pelzmann. Lo
clásico y la vanguardia, un diálogo en la calle ¿Irreverente o atrevida? En la
que unos ven una esponja erosionada por el mar, una roca del monte Jaizkibel,
la pureza de una raza, una provocación… una obra de arte innovadora en pleno
casco histórico.
Lugares mágicos donde puedes encontrar en una pared la
mismísima firma de Bruce Springsteen, el auténtico The Boss.
El mercado de la
Bretxa… brecha por donde las tropas
inglesas penetraron en la ciudad, tradición, gastronomía e historia.
La literatura encarnada
en el gran novelista Pío Baroja, cuya ciudad natal atesora su memoria.
La nueva
narrativa audiovisual, el cine, con el festival más internacional y su edificio
más reconocido, el Kursaal de Rafael Moneo.
Ciudad de bulevares,
ciudad romántica, parisina en la belleza de sus puentes.
Nadie se pierde en San
Sebastián, la Concha te abraza, te envuelve, acogedora, con la elegancia de una
perla, rodeada por los montes Igueldo y Urgull y con la isla de Santa Clara
cerrando la bahía.
¡Hace falta tener un
sexto sentido para conocer Donostia!
Isidoro Otero.
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