El miércoles 15 de abril, teníamos pensado ir al Torcal, las previsiones meteorológicas hicieron que tuvieramos que cambiar los planes. Los Dólmenes y la Alcazaba de Antequera, nos permitieron también ver y sentir el paisaje de una de las vegas que atraviesan el surco intrabético.
Dolmen de Viera
CLARA, MARÍA Y NEREA.
Dolmen de Menga
España elige los Dólmenes
de Antequera para que sean Patrimonio de la Humanidad.
KEVIN Y MADDI
ILARGI, MARTA Y MAITANE.
Detrás la Peña de los Enamorados.
Dolmen del Romeral
SOLSTICIOS
Y EQUINOCCIOS
Imagina
como una persona de hace unos miles de años que observa cómo, de pronto, los
días son cada vez más cortos, el sol está menos tiempo encima del horizonte y
la noche dura más, hasta que un día empieza a cambiar esa tendencia: el día
crece en duración mientras la noche va mermando. Esos seres humanos de la
Prehistoria se alarmarían temiendo que el día siguiera acortándose hasta
desaparecer dejándolos sumidos en una noche eterna. Es por ello que cuando el
ciclo se invertía encontraban motivo de celebración. Cuando el día se va
alargando hace más calor, la tierra tiene mejores frutos y hay caza abundante
porque todo reverdece; por el contrario, cuando el día se acorta viene el
frío, incluso la nieve y el hielo, no hay frutas ni muchos alimentos y la
caza escasea. Estos humanos, después de mucho tiempo observando el cielo,
pudieron predecir cuándo ocurrirían estos hechos: el día más largo (el
solsticio de verano), y el más corto (solsticio de invierno). Este conocimiento
permitía al grupo planificar mejor sus actividades de caza, siembra, cosecha,
etc… El día después de la noche más larga bien podría interpretarse como el
triunfo de la luz contra la oscuridad después de una larga lucha,
prometiéndole a la tribu un año más de supervivencia.
Los dólmenes están orientados para que la luz penetre hasta la última cámara.
Antequera desde la Alcazaba
Iñaki, María José, Araceli y Martín
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